El otro día, y a resultas del debate sobre el Estado de la Nación, me detuve, en varios momentos, en el acertado análisis simultáneo que realizaba Carmenmari en su blog. En una de las actualizaciones, exponía con claridad que:

"Zapatero ha caído un tanto en la trampa tendida por Rajoy. Sigue hablando en términos muy generales de las reformas estatutarias, adornándolo con otras constantes sobre el pasado del PP. Convendría que el presidente del Gobierno hablara más de futuro y no entrar en en el bucle del PP. Las superficialidades de Rajoy no se combaten con recursos a los fallos del PP, sino con una disertación clara sobre los temas propuestos, vale, pero exponiendo el programa del PSOE y, sobre todo, explicando la "necesidad" de las reformas en el seno de un gobierno esencialmente, y valga la redundancia, reformista".

Así fue, por mucho que un balance general, a izquierda y derecha, arriba y abajo, desde dentro y desde fuera, se diera a Zapatero como campeón del pundit.

Pero me quedo, esencialmente, con un término que define una cierta urgencia en el seno del ejecutivo socialista: "necesidad". En efecto, la gente tiene que saber por qué y para qué se está realizando una reforma territorial que conlleva también una reforma, por qué no, del modelo de Estado y que está abocado a una descentralización creciente.

A partir de aquí surge otra necesidad: la de llevar esa descentralización al extremo. Y la forma idónea de hacerlo es otorgándole más capacidad y más recursos y más competenecias a las ciudades. Es decir, conformando una estructura en la que el poder deje de ser un privilegio de instancias administrativas ulteriores para ponérselo en franquicia a los agentes protagonistas del futuro: las ciudades.

En cierto modo, el propio Zapatero aventuró algo de esto en el Debate, afirmando que a Cámara del Congreso de los Diputados es un órgano de representación, no de banderas ni de territorios, sino de los ciudadanos.

¿Qué quiso decir, realmente? ¿En qué consiste esta aseveración enfatizadamente antinacionalista? ¿A quién está señalando el gobierno español como lógicos y genuinos representantes de la España del futuro? Ya no me quedan dudas: está poniendo el dedo en las ciudades y en los pueblos, y, con ellos, en la gente.

Tengo, pues, la intuición de que en futuros debates de estados se va a hablar cada vez menos de estados o de regiones aspirantes a estado… y más de las ciudades, en una apuesta por subvertir deficits actuales y poner en valor las potencialidades de un modelo convivencial sustentado en lo local.

Por lo tanto, yo me arriesgaría a afirmar que el debate territorial de la próxima legislatura, con un presumible gobierno de Zapatero, estará centrado en un nivel más amplio y más acorde con los tiempos, en un nivel tan plural, diverso y heterogéneo como el que consituyen las ciudades, sus aspiraciones, sus objetivos y sus ganas de progreso.

Un debate centrado en modelos e iniciativas como las propuestas por Rosa Aguilar –un ejemplo de cómo afrontar las nuevas realidades desde el ámbito local y con protagonismo de las gentes– y otros ayuntamientos para los que los retos del presente y del futuro deben ser enfrentados de una manera directa y sin interferencias.

Además, estos nuevos sujetos no tienen la "necesidad" de explicar por qué son los verdaderos protagonistas de una nueva realidad.